Anhelo
El anhelo me acompañaba desde siempre. A
veces en forma de insatisfacción, otras en forma de tristeza, de amarga o dulce melancolía, de
rabia, frustración. Todo es la misma cosa, con más o menos intensidad. Buscaba satisfacer mi anhelo fuera de mí, preguntando a
otros cómo se hacía, leyendo a otros, viajando a cualquier parte, siempre fuera
de mí. Tengo la sensación de no haber empezado a vivir sino hasta hace muy poco
tiempo. Mientras tanto, las experiencias no tenían color, ahora puedo saberlo.
No habitaba mi cuerpo, mi alma no me habitaba. Vivía zarandeada por los vientos
de los días. Sólo cuando me atreví a comprometerme conmigo misma y con lo divino, empezó la Vida.
Hizo falta que diese valor a mi anhelo, que
dejase de negarlo. Fue necesario volver la mirada hacia dentro, emprender un viaje de vuelta hacia mí misma, en lugar de
postergar el gran viaje hacia Ítaca con excursiones distraídas y vacías.
Cuando me comprometí con mi deseo, con lo
que era para mí, la Vida comenzó y empezaron a brotar un camino espiritual, un
matrimonio, conversaciones hondas, miradas profundas, otros anhelos como el
mío, la esperanza, la confianza en la Vida, el Amor, la chispa...En el frío
invierno de la sierra yo vivía noches de verano. La comida es más sabrosa y
nutritiva, el aroma de las flores penetra en mí, mi olfato se abre, mi corazón
se abre al girar, al permitir un espacio a mi anhelo, al reconocerlo como algo valioso. La joya que pende de mi cuello ya tiene donde descansar. Ya no me la arrebatan como en el sueño, yo la quiero ofrecer.
Gracias a ella por ser un
puente de Amor hacia el Amor. Gracias a ti por ser mi compañero, por saber y
querer comprometerte conmigo y con algo que está más allá de nosotros mismos. Ojalá
sepamos Vivir.
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