Navidad oportunidad



Si hay algo que me está enseñando mi maternidad es el retorno al Hogar. Hace unos años, una verdadera astróloga me dijo que para mi el Hogar era muy importante, en la carta natal aparecían en la casa 4 (la casa del Hogar) muchos planetas. Yo no entendí nada y es ahora cuando voy, poco a poco, desvelando aquel secreto.
Ahora, que ser madre me ha hecho aterrizar y crear Hogar y cimientos y raíces. No tiene que ver con cocinar y limpiar, aunque también, no tiene que ver con mantener el orden, aunque también se refleja la interioridad en la disposición de los objetos, la limpieza, la armonía, la belleza en los rincones, la sutileza del aroma a lavanda. El Hogar es esto y mucho más. El Hogar es todo y nada. Es todo lo que necesito y es nada de lo que imaginaba. Es mi cueva donde viajo y descubro y escucho el silencio. Donde está la quietud que me permite arrancar mi motor. Es el espacio en el que puedo confiar y amar y comprender.
Está el Hogar en mi silla blanca desde la que observo jugar maravillas a mi hija. Está el Hogar en el árbol de Navidad que hace con su padre mientras yo paseo. Está el Hogar en una tarde en casa de Abu, con un baño largo y divertido haciéndonos a todos sonreír y recuperar algo de infancia. El Hogar está en todo ello y en nada está. Nada es y lo es todo.

El Hogar en la convivencia, en la confianza y alivio que te da haber encontrado un espacio interior. No sé me ocurre nada mejor para transmitir a mi hija que esa confianza en tu Hogar interno a través del cual se va desplegando la Vida. Eso, que es lo mismo que amar a Dios por encima de todas las cosas. Ojalá encontremos la sabiduría necesaria.

Empecé a escribir esta entrada en Navidad, un tiempo que cada vez me gusta más, quizá porque invita al fuego del Hogar, al asombro,  a la hermandad, al recogimiento.  Y hoy sale a la luz, acompañada de alguna comprensión profunda sobre mi propia maternidad. Ahora que ha quedado atrás el cansancio extremo, que mi cuerpo se ha recompuesto y nuestra relación de pareja se ha fortalecido. Mi experiencia es que alrededor de los dos años cambian muchas cosas (en realidad siempre están cambiando) es como si comenzáramos a despegarnos para poder, siguiendo juntas, mirarnos de otra manera, como diferentes seres. Ella ya no es yo ( nunca lo fue pero durante un tiempo es necesaria esa "ilusión") se da cuenta y esto es una transformación del ser humano que hay que acompañar con amor, paciencia y mucha sabiduría. Y más paciencia y más amor. También para mi es difícil esta separación,  las despedidas de tantas cosas que tanto nos han alimentado a ambas. Decimos adiós para poder recibir lo nuevo que llega.

Y termino de escribir mientras escucho de fondo los chapoteos y conversaciones con su padre. Soy afortunada, a veces se me quita la venda y dejan que me asome a la Belleza y Maravilla que es mi hija, un ser humano en crecimiento, un alma pura. La vida pulsando. El latido de la vida.

Natalia
*la que cuida*


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